jueves, 2 de julio de 2009

Sin título :/

Se cubrió la cabeza con la capucha. El viento se arremolinaba alrededor suyo. No se movió. Al viento se le sumaron unas pocas gotas de lluvia. Siguió sin moverse. A su lado notó la inquietud de Víctor. Las pocas gotas se transformaron en una ruidosa tromba de agua. Siguió sin moverse. Víctor, con un gesto de desaprobación, se acercó lentamente pero ella levantó el brazo izquierdo y éste dejó de moverse. Se arrodilló ante la tumba y dejó sobre esta una delicada rosa roja. Notó un sabor extraño en la boca y entonces se dio cuenta de que estaba llorando. Se limpió la cara con la mano izquierda, la misma con la que le había hecho la señal a Víctor. La otra mano estaba ocupada. El violín. Alex lo levantó hasta que quedó al mismo nivel que sus ojos. Estos se volvieron a empañar por las lágrimas y entonces empezó a recordar. A recordar algo que había intentado olvidar.

Estaba ante la puerta de una habitación. La habitación de un hospital. Su rostro estaba a pocos centímetros de la puerta y notaba un horrible nudo en la garganta. Víctor se acercó a ella y cogiéndola del brazo la apartó de la puerta.
No entres si no quieres – le murmuró al oído -. Él lo entenderá.
Alex negó con la cabeza mientras se soltaba. Volvió a quedar delante de la puerta. Esta vez, acercó su mano al pomo y abrió la puerta. La oscuridad en la habitación era total. Aún así cerró la puerta. Cuando su vista se acostumbró a la oscuridad vio el cuerpo en la cama. Dio un paso adelante. La figura apenas se movía. La respiración era irregular. Alex se acercó lentamente a la cama y cuando llegó a la cabecera bajó la vista. Tenía los ojos cerrados. El tono de la piel era ceniciento, como si se estuviera pudriendo por dentro. No se parecía en nada al chico de antaño.
Menudo susto nos has dado – le dijo Alex -.
Él empezó abrir los ojos lentamente. Cuando la vio se incorporó despacio en la cama y se quedó sentado.
- Estoy vivo… No ha habido suerte, ¿verdad? – murmuró Daniel -.
- ¿Qué? – preguntó Alex, convencida de que había oído mal -.
Él la miró arqueando las cejas.
- Veo que durante los años que no nos hemos visto has perdido el oído – le respondió con tono sarcástico -.
- Me tomas el pelo ¿no?
Daniel sonrió amargamente mientras negaba con la cabeza. Tiró a un lado las sábanas que lo tapaban y saltó de la cama. Se acercó a un pequeño armario donde había colgado un espejo. Mientras se inspeccionaba la cara con gesto crítico comenzó a hablar:
- No tenías que haber venido. Con tu visita lo único que conseguirás será que se abran viejas heridas.
- He venido porque tu padre me avisó de tu accidente de coche – le contestó Alex mientras contenía la rabia -.
Daniel se giró y la miró durante unos instantes.
- ¿Seguro que has vuelto por eso? – le preguntó mientras acercaba su cara a la de ella -. ¿No habrás vuelto quizá porque has recibido la noticia de que me estoy aproximando a la fórmula?
Alex apretó los puños. Daniel la cogió del brazo izquierdo y la zarandeó.
- ¡Responde!






Bajó el violín lentamente e intentó borrar esas imágenes de su mente. La lluvia empezó a amainar pero el día continuaba oscureciéndose. Intentó pensar en algo más alegre pero no lo consiguió. Los recuerdos acudían a ella y no los podía rechazar.



- No he venido por la fórmula – le contestó ella -. He venido por ti.
Daniel arqueó las cejas y la soltó. Se acercó a la cama y se sentó en un extremo. Sin apartar la vista de Alex, extrajo algo de debajo del colchón y lo escondió entre sus ropas. Alex no logró ver el objeto.
- Así que has venido porque te preocupas por mí. Supongo que también te preocupaste por mí cuando me denunciaste ante la policía porque, supuestamente, intenté matarte.
- Daniel – intentó explicarse ella - ¿No te das cuenta de que no estas bien? Te has vuelto loco y lo peor es que estas haciendo daño a las personas que te quieren.
Daniel metió la mano debajo del pijama y sacó una pistola. Alex se quedó paralizada por el miedo.
- Si tanto daño os hago quizá debería quitarme de en medio ¿No crees? – le preguntó mientras jugueteaba con la pistola. Al ver en los ojos de Alex el miedo continuó -. ¿No me vas a responder?
Ella negó con la cabeza. En la cara de Daniel hubo un cambio. Unas lágrimas empezaron a asomar a su rostro.
- Si has venido a por la fórmula… Tendrás que marcharte con las manos vacías. Nunca ha existido la susodicha fórmula. Durante un tiempo intenté encontrarla pero hace unos meses descubrí que todo fue una mentira. Me engañé a mí mismo al pensar que lograría encontrar algo que me alejase de la muerte. Por eso yo provoqué mi propio accidente. He intentado suicidarme porque al descubrir que nunca ha existido la fórmula me di cuenta de que lo único que podía hacer para evitar mi miedo a la muerte era enfrentarme a él. Ahora ya no hay nada que lo impida.
Y sin darle tiempo a Alex para que lo disuadiera, se apuntó a la cabeza y disparó.


Después de varios años, Alex encontró el valor necesario para despedirse de él.
La acompañó Víctor, el leal siervo de Daniel. Fue él quien le entregó el violín que había pertenecido a Daniel.
El siempre quiso que te lo quedaras tú. Incluso horas antes de que…de que muriera, me pidió que si le pasaba algo, te lo entregase expresamente a ti.












Alex, arrodillada ante la tumba, dejó el violín a un lado para levantarse. Se bajó la capucha y dejó que la lluvia le mojase. Estuvo así durante unos minutos, hasta que la lluvia cesó. Víctor se acercó entonces a ella:
Tenemos que marcharnos.
Alex asintió y recogió el violín. Fue entonces cuando lo notó.
Víctor, ¿Puedes ir a buscar el coche? – le preguntó mientras se abrazaba al
Violín -.
Este asintió y cuando se hubo alejado bastante Alex extrajo la nota que sobresalía por una pequeña ranura del instrumento. Estaba dirigida a ella:
“La muerte es la libertad más absoluta. En tus manos está alcanzarla o no. Me he tomado la libertad de ayudarte en tu decisión. Daniel.”

Cuando Víctor regresó, Alex volvía a llorar y a sus pies estaba el violín hecho añicos.
Alexandra… Daniel se volvió loco. No te atormentes por lo que hizo.
Alex asintió y echó un último vistazo a la tumba de su amigo. A lo lejos empezaron a surgir de entre las nubes los rayos del sol. A través de estos distinguió la imagen de su amigo que había venido para despedirse de ella con una amplia sonrisa.

Si, se dijo a si misma mientras apretaba el pequeño frasco en su mano, sólo un loco como Daniel habría sido capaz de crear algo así.

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